El Diario del Pastor en la Red, Ed. Esp., Edición 13, otoño 2014
Un ministerio de…
Autor: Dr. Roger Pascoe, Presidente,
Email: [email protected]
I. Dos Fundamentos Esenciales Para La Predicación
Hay dos fundamentos esenciales que todo predicador o ministro del evangelio necesita para la estabilidad en su ministerio y para la credibilidad en su mensaje:
A. La motivación del predicador para el ministerio.
1. La motivación de un llamado consciente a predicar.
2. La motivación de un don consagrado para predicar.
3. La motivación de un objetivo persuasivo para predicar.
4. La motivación de un incentivo claro para predicar.
B. La encarnación del predicador del mensaje.
1. Su mensaje debe ser persuasivo.
2. Su mensaje debe ser poderoso.
3. Su mensaje debe ser productivo.
En esta edición del Diario NET Del Pastor comenzaremos a ver el primer fundamento esencial …
A. La Motivación Del Predicador Para El Ministerio: “¿Por qué hacemos lo que hacemos?”
Probablemente su ministerio no tendrá estabilidad y resistencia si usted no tiene estas cuatro motivaciones fundamentales para el ministerio:
A1. La motivación de un llamado consciente a predicar El llamado del apóstol Pablo para la salvación era “que Jesucristo mostrase en mí el primero toda su clemencia, para ejemplo de los que habrían de creer en él para vida eterna.” (1 Tim. 1:16). En Gal. 1:15-16, el apóstol amplifica la historia de su conversión e incluye su llamado a predicar. Dos puntos son importantes en el patrón de la conversión y testimonio de Pablo: Primero, la gracia de Dios (Gal 1:15) y segundo, el llamado de Dios (Gal. 1:15). Pablo fue llamado a predicar por Dios cuando estaba en el vientre de su madre – su llamado por Dios era un llamado eterno (antes de que naciera), el cual se convirtió en un llamado efectivo al momento de su conversión. Las circunstancias del llamado de Pablo a la conversión puede que sean diferentes de las nuestras, pero la esencia del llamado de Dios a Pablo a predicar no lo es.
En las Escrituras, Dios llamó a las personas de maneras especiales para que le sirvieran. Él llamó a los patriarcas (p.ej. Abraham, Jacob), a los jueces (p.ej. Josué, Gedeón), a los profetas (p.ej. Moisés, Samuel, Jeremías) y a los apóstoles (p.ej. Pablo). Aunque las circunstancias y maneras del llamado de Dios puede que no sean las comunes hoy en día (aunque cada manera de llamado fue diferente, luego evidentemente se ve que no había un modo normativo), sin embargo, estos casos del llamado de Dios nos enseñan clara y conclusivamente que Dios llama a sus siervos de manera individual, directa, y específica. Así como Dios escogió a individuos cuyo llamado está registrado en las Escrituras, así también Él escoge y llama a personas al ministerio hoy en día.
Todos los cristianos son llamados: (1) Somos llamados a la salvación, al confiar en Cristo como Salvador y Señor (Efe. 1;18; 4:1; 2 Tim. 1:9; Heb. 3:1; 2 Ped. 1:10) y (2) somos llamados a servir, al realizar buenas obras (Efe. 2:10) y al usar nuestros dones (1 Cor. 12:1-14). Un área de servicio a la que Dios llama a algunos es a la predicación.
En primera instancia, el llamado a predicar no emana de la iglesia, ni está controlado por ella (aunque se espera que los ancianos de la iglesia local confirmen el llamado de acuerdo con (1 Tim. 4:14; 2 Tim. 1:6). Como lo pone el Dr. Olford: “Al fin de cuentas, el llamado a predicar es la iniciativa soberana de Dios en la vida y experiencia de quien está predestinado a cumplir ese papel” (Stephen F. Olford con David L. Olford, “Anointed Expository Preaching,” 8.). Miremos siete aspectos del llamado de Dios a predicar …
a) La razón para el llamado de Dios a predicar (cf. Rom. 10:14-15). La salvación viene a aquellos que invocan al Señor para que los salve, confiando en Cristo y su obra expiatoria en la cruz (Rom. 10:9-10). Entonces, la primera pregunta lógica es: ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? (10:14). Obviamente, ellos necesitan creer en él antes de que puedan invocarlo, y, para poder creer en él, necesitan primero oír sobre él. entonces, ¿cómo pueden oír de él? Ellos oyen de él por medio de la predicación. Es por esa razón que Dios llama a los predicadores. Por tanto, la lógica de este argumento progresivo concerniente al llamado de Dios a predicar es este: (i) Dios llama a los predicadores a predicar el evangelio para que aquellos que nunca han oído de Cristo lo hagan. (ii) Aquellos que oyen el evangelio pueden entonces creer. (iii) aquellos que han oído y creen entonces invocan a Dios para que los salve por medio de la fe en el Señor Jesucristo.
La segunda pregunta en este argumento lógico es: “¿Y cómo predicarán si no fueren enviados?” (10:15). Esta es la confirmación escritural del llamado de Dios a los predicadores. Dios envía a aquellos que ha llamado. Es Dios quien llama, equipa, y envía personas a predicar el evangelio. Entonces, esto nos enseña que: (i) Dios llama a las personas a predicar para que otros lleguen a creer y a tener fe en Cristo. (ii) Sin este llamado de Dios no podemos tener éxito en la predicación. (iii) por tanto, aquellos que no son llamados a predicar el evangelio no deberían ser predicadores. Solo porque alguien alegue ser predicador (a) no necesariamente significa que Dios lo o la ha llamado a predicar.
b) La naturaleza del llamado de Dios a predicar. Primero, el llamado de Dios es un llamado “eterno” por su gracia. “Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia,” (Gal. 1:15), Pablo dice. Fue desde antes, predeterminado por Dios (cf. Jer. 1:4-5).
Segundo, el llamado de Dios es un llamado “eficaz” por su gracia (Gal. 1:15; cf. Hch 9:4; 22:7; 26;14). Lo que Dios determina que se haga, se hace. Él hace efectivo su llamado. De esto podemos concluir que lo que Dios hizo en Pablo, lo ha estado haciendo en otros a través de la historia y continúa haciéndolo.
c) El conocimiento del llamado de Dios a predicar. Un llamado a predicar se inicia por una sensación interna del llamado, una pasión ferviente a predicar. El conocimiento de ese llamado está ligado al ministerio de la morada de Cristo en nosotros quien nos impele a predicar. Dios le dio a Pablo el testimonio interior de Su llamado a predicar, la revelación interior de su Hijo, “revelar a su Hijo en mí, para que yo le predicase entre los gentiles, (Gal. 1:16).
d) La prueba del llamado de Dios a predicar. Yo sugiero una prueba quíntuple como “prueba” del llamado de Dios a predicar.
Prueba #1: La convicción espiritual de un llamado- esto es, el deseo y la compulsión internas. El Dios que habita en nosotros por medio de Cristo también nos impele por Cristo a predicar (Rom. 10:15; 1 Cor. 1:17; 9:16-17). La convicción de que eres llamado a predicar debe crecer con el tiempo a medida que Dios trabaja en tu corazón y providencialmente ordena las circunstancia para que te muevas a responder al llamado a predicar. Puede que esta sea la razón por la cual algunas personas no inician a predicar hasta tarde en sus vidas.
El mismo Espíritu Santo que me da la seguridad de salvación también me da la seguridad de mi llamado a predicar (Rom. 8:14; Gal. 1:15-16; 2 Tim. 1:8-11). Mientras más ores sobre eso, será de parte de Dios que crezca, si no, morirá.
Prueba #2: El don práctico de un llamado – esto es, que el don emerge. Se vuelve evidente cuando predicas, que Dios te ha dado el don de predicar (Efe. 3:18; 2 Tim. 1:6). “Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho. (1 Cor. 12:7).
Prueba #3: Los resultados visibles de un llamado. Dios usa tu don para la edificación, exhortación, y ánimo de los santos, y para la salvación de los no cristianos (1 Cor. 9:2; 2 Cor. 3:3). El fruto de tu predicación es el “sello” de un llamado de Dios.
Prueba #4: La confirmación pública de un llamado. Tu don será confirmado por otros (p.ej. los líderes de la iglesia). 1 Tim. 4:14 y 2 Tim. 1:6-7 indican que cuando hay un llamado divino, éste es verificado por la confirmación humana (cf. También Hechos 13:1-4).
Prueba #5: La cualificación espiritual de un llamado.
a) Apartado para Dios: “un vaso escogido” (Hechos 9:15-16; 13:2; 22:14-15).
b) Ortodoxia: “...predicar a Cristo…que Él es el Hijo de Dios” (Hechos 9:20).
c) Carácter de Siervo: “Un ministro y testigo…” (Hechos 26:16-18).
e) El efecto del llamado de Dios a predicar. El llamado claro a predicar tiene el efecto de mantener al predicador enfocado y motivado para la labor. Provee resistencia y fuerza para la travesía. Sin este sentido de llamado claro, Las dificultades no solo te sacarán de curso, sino que también probablemente no deberías estar para nada en esa vocación.
Un llamado claro de Dios da seguridad, dirección, impulso y profundidad a tu ministerio. Renunciar no es una opción, ni la aprobación de los hombres será importante. Es el llamado divino el que da estabilidad, valentía, y confianza en medio de la diversidad y la oposición. Eleva el corazón del predicador cuando éste siente que va a renunciar. Clovis Chappel escribió que Dios llama a los hombres a predicar:
i) Para que sepan con Certeza y claridad a qué tarea él los ha llamado.
ii) Porque sin el llamado de Dios ellos no tendrán el vigor y el valor para llevar a cabo una labor tan difícil.
iii) Para mantenernos constantes y fieles durante todo el cumplimiento de la labor.
Necesitamos que se nos recuerde constantemente del llamado de Dios a predicar – volver a “Betel,” al momento cuando era tan claro y estimulante que no teníamos duda sobre este. Necesitamos revisitar los lugares y sacar la experiencia de saber con certeza que Dios nos ha llamado. Esto es lo que nos mantiene constantes y fieles en la tarea cuando las cosas se ponen difíciles y somos tentados a rendirnos. Es esto lo que nos mantiene viva la pasión para predicar en nuestros corazones.
f) El propósito del llamado de Dios a predicar. Somos llamados por Dios, quien nos da un mensaje que hemos de predicar por Dios a las personas que están desesperadamente necesitadas por una palabra de Dios. El llamado de Dios tiene tres propósitos principales:
i) Se nos llama a “predicar la Palabra” (2 Tim. 4:2), todo “el consejo de Dios” (Hechos 20:27), “sana doctrina” (2 Tim. 1:13; 4:3; 1 Tim. 4:6), a ser aquel “que usa bien la palabra de verdad” (2 Tim. 2:15). Dios no nos llama a predicar nuestras propias ideas o nuestros temas favoritos, sino a predicar la palabra, a predicar la leche no adulterada de la palabra y el alimento sólido para aquellos que puedan digerirlo (Heb. 5:12-14).
ii) Se nos llama a “predicar el evangelio” (Rom. 1:15-16; 1 Cor. 9:16; 15:3-4; cf. Hechos 16:10; Rom. 15:20; Mar. 16:15; 1 Cor. 1:17; Gal. 1:11-12). El evangelio, como lo expresaron los Reformadores, es justificación solo por la gracia de Dios, a través de la fe en solamente Cristo, basado en solo la Palabra de Dios, solamente para la gloria de Dios.
Pablo no se distraía con otras cosas como bautizando gente, siendo bueno como tal, sino que Cristo lo envió a “predicar el evangelio” (1 Cor. 1:17), y la figura central en el evangelio es Cristo – es lo que y a quién tenemos que predicar. Esta fue la motivación del apóstol Pablo para su ministerio. “para que yo le predicase entre los gentiles, (Gal. 1:16); “pero nosotros predicamos a Cristo crucificado,” (1 Cor. 1:23; 2:2). Pablo fue llamado a proclamar a “Cristo” (Col. 1:28-29). A este claro, simple y único mensaje, Pablo le dedicó toda su vida, a pesar de la oposición y el desánimo. Éste fue el trabajo de su vida.
Sin duda alguna, el enfoque de Pablo en este mensaje surgió de su propia experiencia de salvación y del llamado de Dios en su vida. El llamado de Dios no es solo una experiencia abstracta desprovista de sustancia. Dios llama a los predicadores a predicar y él les da el mensaje que tienen que predicar.
Predicar está inseparablemente ligado a la doctrina del Evangelio de Dios (Rom. 1:1; cf. también Hechos 20:24). No se nos llama a predicar ningún mensaje que queramos sino solo la verdad de su Palabra. Somos embajadores de Cristo, llamando a los hombres a la reconciliación con Dios por medio de Cristo (2 Cor. 5:19-20). Aún aquellos que principalmente son dotados con el don de maestros son compelidos a hacer el trabajo de un evangelista (2 Tim. 4:5). “La naturaleza del llamado está ligado a la eterna y efectiva gracia de Dios.” (Olford, 17).
iii) Se nos llama a enseñarle a los santos. Tenemos no solo que predicar a y para los perdidos sino también para los salvos, para que sepan por qué creen en lo que creen. “Esto manda y enseña.” (1 Tim. 4:11); “Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros.” (2 Tim. 2:2; cf. Jn. 21:17; Hechos 2:42; 15:35; Rom. 12:7; Col. 3:16; 2 Tim. 4:2-3).
g) La compulsión del llamado de Dios a predicar. Pablo expresó su compulsión a predicar así: “Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio!” (1 Cor. 9:16).
El notable predicador Metodista, Samuel Chadwick, afirmó: “para mi es mejor predicar que cualquiera otra cosa en el mundo. Mejor es predicar que comer mi cena o tener vacaciones. Me es mejor predicar a que me paguen por no predicar. Tiene su precio en agonía y sudor y lágrimas, y ningún llamado tienen tanto regocijo y dolor, con todo es un llamado que un arcángel codiciaría. ¿Hay alguna alegría como la de salvar un alma? ¿Alguna emoción como la de abrir ojos ciegos? ¿Alguna recompensa como el amor de los niños de la segunda y tercera generación? ¿Algún tesoro como el amor agradecido de corazones sanados y consolados?” (Citado de Olford, 18).
Conclusiones. Que todos los predicadores que leen este Diario NET Del Pastor sepan y tengan la seguridad del llamado de Dios a predicar. Como resultado, que prediquen con la convicción, el valor y la consistencia que solo Dios puede dar, a pesar de la oposición y la crítica. Que la motivación de un llamado consciente a predicar, como lo he resaltado en este artículo, sea una verdad para cada uno de nosotros.
II. Preparándonos Para Predicar: “Estudiar el Texto”
Lidiar con el texto, aplicar buenos principios homiléticos y hermenéuticos es un trabajo difícil que requiere diligencia y disciplina, pero tenemos que hacerlo. Tenemos que investigar y estudiar las Escrituras para ser precisos en nuestra interpretación de ellos.
A. Principios Bíblicos Para Estudiar El Texto.
“Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad.” (2 Tim. 2:15).
El mandato bíblico para comunicar la verdad de Dios es “encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros.” (2 Tim. 2:2).
El medio bíblico para comunicar la verdad es (a) tener el enfoque particular de un soldado (2:3-4), (b) el arduo esfuerzo de un atleta (2:5), y (c) la perseverancia continua de un agricultor (2:6).
El método bíblico de comunicar la verdad es “usa bien la palabra de verdad.” (2:15) a través de una interpretación precisa, analítica y autoritativa.
Permítanme repasar estos tres aspectos del método bíblico para estudiar el texto …
A1. Interpretación Precisa. “usando bien” (o, interpretando con precisión) la palabra de verdad.
Tenemos que ser históricamente precisos. La precisión histórica pregunta “¿cuándo, dónde y por quién?” fueron habladas esas palabras ¿cuál era la costumbre, cultura y clima de los días cuando las palabras fueron escritas? ¿Cuál es el contexto histórico del texto? ¿cuál era la situación histórica que motivó al escritor a escribir este pasaje?
Tenemos que ser contextualmente precisos. La precisión contextual significa que nunca tomamos las Escrituras fuera de contexto. Significa que mantenemos la consistencia entre Escrituras que hablan de la misma doctrina o tema, al comparar la Escritura con la Escritura y al nunca interpretar una Escritura de modo que contradiga a otra.
Tenemos que ser gramaticalmente precisos. Aquí estamos tratando de determinar (lo mejor que podemos) lo que quería comunicar el autor a su audiencia original. ¿Qué quería decir? ¿Qué hubiera entendido su audiencia que significaban las cosas? Esto considera la forma de las palabras (morfología), la relación entre palabras, frases, y oraciones (sintaxis),y el rango de posibles significados de las palabras (semántica).
Tenemos que ser doctrinalmente (teológicamente) precisos. De lo que sabemos de este texto, así como de otros que hablan de lo mismo, tenemos que ser doctrinalmente precisos. Esto requiere algún grado de entendimiento de la teología sistemática (esto es, lo que tienen que decir las Escrituras como un todo sobre cierta doctrina) y la aplicación de esa verdad revelada en el pasaje bajo consideración.
A2. Interpretación analítica. “Usando bien” (o, interpretando analíticamente) la palabra de verdad.
“Usar bien” la palabra de verdad significa hacer un surco derecho (como un agricultor), cortar una línea recta (como un carpintero), hacer un camino recto. En otras palabras, trazar un camino recto de ortodoxia a través de la jungla del error.
Significa interpretar correctamente la palabra de verdad como lo hizo Pablo – no como sus oponentes y los falsos maestros que argüían sobre genealogías, “… lo cual para nada aprovecha, sino que es para perdición de los oyentes. (2:14), y participan en “profanas y vanas palabrerías” (2:16).
Cuando “usas correctamente” la palabra de verdad, entonces predicarás sana doctrina, lo que habrá de llevar a un comportamiento correcto (2:20-26).
A3. Interpretación autoritativa. Usando bien (o, interpretando autoritativamente) “la palabra de verdad.”
Esto significa que tenemos que tener competencia en las Escrituras – entendiendo la palabra de verdad, tener un conocimiento integral de las Escrituras, y creyendo enteramente en las Escrituras como verdaderas.
También tenemos que tener confianza en las Escrituras, que estas son la Palabra de Dios, que podemos apropiada y completamente entenderlas por medio del trabajo iluminativo del Espíritu Santo (cf. Jn. 14:17; 15:26; 16:13).
III. Liderazgo: Ser Un Modelo Seguir
“Tu Entrega Personal Al Espíritu Santo,” Pt. 3
En las ediciones de primavera y verano de 2014 de este Diario NET Del Pastor, examinamos diferentes aspectos de la vida cristiana llena del Espíritu basada en Efesios 5:18-6:20. Hasta ahora hemos visto …
A. El significado de la vida llena del Espíritu.
B. La necesidad de la vida llena del Espíritu.
C. La realidad de la vida llena del Espíritu.
En esta edición, vamos a continua este tema con...
D. La Actividad De La Vida Llena Del Espíritu.
La vida llena del Espíritu abarca cada aspecto de nuestras vidas – la iglesia, el hogar, el lugar de trabajo, nuestro vecindario, y el mundo en general. Donde el Espíritu de Dios está activo, encontrarás en la iglesia una unidad llena del Espíritu, armonía llena del Espíritu en el hogar, cooperación en el lugar de trabajo, y victoria llena del Espíritu en el mundo. A este respecto, consideremos…
D1. La Unidad Llena Del Espíritu En La Iglesia (5:19-21). Note, en primer lugar, que la unidad en la iglesia viene de las personas llenas del Espíritu adorando juntas ... halando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, (19). La adoración congregacional tiene un componente edificativo mutuo, hablando entre vosotros – esto es, enseñándonos unos a otros y amonestándonos unos a otros en voz alta con salmos e himnos y canciones espirituales. Quizá, en el primer siglo de la iglesia, ellos se leían unos a otros Salmos e himnos en voz alta, de manera similar a nuestras lecturas responsoriales. Pero, quizá esto simplemente significa que su cantar de himnos y salmos les “hablaba” a unos y otros, los edificaba y exhortaba.
Esta edificación mutua tiene ambos aspectos, horizontal y vertical. La adoración horizontal se lleva a cabo al cantar (19). Al cantar, nos edificamos unos a otros mutuamente, lo que no es un aspecto de la adoración en el que usualmente pensemos en nuestra música. La adoración vertical se lleva a cabo al estar cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; (19). La melodía es ese dulce deleite que se le da al Señor en nuestro canto. Es adoración al Señor, no meramente edificación de unos para con otros. Es adoración en tu corazón, no solamente de labios – es interna no solo externa. Las personas llenas del Espíritu adoran en sus corazones porque allí es donde mora el Espíritu.
En segundo lugar, la unidad en la iglesia viene de personas llenas del Espíritu agradeciéndole a Dios juntas - ... dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. (20). Este es otro aspecto de la adoración congregacional – dar gracias juntos. Un componente de nuestra adoración congregacional es la acción de gracias, pero también es un componente vital de nuestras vidas individuales. Las personas llenas del Espíritu son personas agradecidas. Aquellos que se quejan y reclaman no están llenos del Espíritu. La gratitud es un fruto del Espíritu (Gal. 5:22). Las personas llenas del Espíritu se deleitan agradeciendo, habitualmente y sin cesar. Los impíos, por otro lado, no agradecen (Rom. 1:21).
Las personas llenas del Espíritu agradecen por todas las cosas. Hay razones para estar agradecidos en las buenas y malas circunstancias.
En tercer lugar, la unidad en la iglesia viene de personas llenas del Espíritu sometiéndose unas a otras - ... Someteos unos a otros en el temor de Dios. (21). Esto es una verdadera servidumbre. Las personas llenas del Espíritu se sirven unos a otros al someterse unos a otros, no solo en nuestra vida de iglesia, sino también en nuestros hogares, trabajos, y en nuestra vida comunitaria.
Las personas llenas del Espíritu son humildes, amables, y mutuamente sumisas, no son arrogantes, agresivas, auto afirmadas, u orgullosas – no son el tipo de persona que dicen: -es a mi manera o a ninguna- La llenura del Espíritu lleva a la sumisión mutua, no al individualismo, orgullo o desunión. Los líderes llenos del Espíritu se someten unos a otros en el temor de Dios, reflejando así Su humildad en ellos mismos.
Esta es la clave para la unidad. Sin sometimiento mutuo cualquier organización se desintegra. Esa es una de las razones por la cual las iglesias a veces están divididas, porque sus líderes no practican ni demuestran un espíritu sumiso y humilde. Ellos no manifiestan la presencia de Cristo en la manera como se relacionan con otros. La división en la iglesia, por definición, es generada por las personas queriendo hacer las cosas a su manera – miembros no sometidos a los líderes y líderes no respetando a sus miembros.
¿Cómo cuadra esto en tus roles de liderazgo? ¿En la iglesia, entre los ancianos y los diáconos? ¿En tu hogar, con tu esposa e hijos? ¿en el lugar donde trabajas, con tus colegas? ¿En tu vecindario, comunidad, o escuela?
¿Cómo funciona el sometimiento mutuo? ¿Cómo tomas decisiones en un ambiente de sumisión mutua? ¿Significa eso que vives en un estado constante de estancamiento en el liderazgo?¿Crea esto un tipo de liderazgo benigno, en donde todos tienen miedo de tomar una postura en caso de que otros no estén de acuerdo o en caso de que alguien se ofenda, de modo que nadie hace nada? Bien, pues no. La sumisión mutua funciona al mostrar un espíritu de cooperación, humildad, y respeto, incluso al tomar decisiones y acciones que puede que no les guste a otros. Todo tiene que ver con tu actitud y la manera como actúas.
¿Cómo se ve la sumisión mutua en las reuniones de tu iglesia, reuniones de ancianos, o reuniones de comité ministerial? Aún más importante, ¿la llenura del Espíritu es evidente en tu vida? Cuando otros te miran, hablan contigo, te escuchan, ¿ven y oyen al Espíritu Santo obrando en tu vida? ¿Ven ellos la práctica de la sumisión mutua? ¿El Espíritu Santo hace su voluntad en tu vida (en tus actitudes hacia Dios y hacia otros), o estás permitiendo que cosas en tu vida contristen al Espíritu Santo? ¿Eres conocido por llevar a cabo tu parecer, hacerlo como a ti te gusta, por querer la prominencia, o eres conocido como una persona humilde y contrita?
En la próxima edición de este Diario NET Del Pastor (Invierno 2015), continuaremos con el tema de la harmonía llena del Espíritu en el hogar.
IV: Pensamientos Devocionales (Juan 21:15-25)
Luego de reunirse con los discípulos en las orillas del Mar de Tiberiades, Jesús se vuelve a Pedro. En este diálogo, aprendemos tres fundamentos para el servicio cristiano.
Primero, el compromiso en el servicio al Señor es amarlo (15-17). Tres veces Jesús le pregunta a Pedro si él lo amaba. La primera vez (versículo 15), Jesús le pregunta, ¿me amas más que estos? Presumiblemente, estos, se refiere a los otros discípulos, ya que Pedro una vez había expresado ser más leal que el resto de ellos. Pedro no responde a la pregunta de Jesús sobre su amor por Jesús comparado con el de los otros discípulos, pero él asegura su amor por el Señor. Sí, Señor; tú sabes que te amo. Jesús le manda: Apacienta mis corderos. La segunda vez (versículo 16), Jesús simplemente pregunta, ¿Me amas? sin hacer referencia a los otros discípulos. Una vez más Pedro responde, Sí, Señor, tú sabes que te amo. Jesús le encomienda a Pedro: pastorea mis ovejas. Cuando Jesús pregunta por tercera vez (versículo 17), ¿Simón, … me amas? Pedro se molesta y, de nuevo, apelando al conocimiento de Jesús sobe todas las cosas, él firma, Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le responde: Apacienta mis ovejas.
Así como era necesario el examen del corazón de Pedro antes de Jesús comisionarlo para Su servicio, así el examen de nuestros propios corazones es necesario antes de embarcarnos en el servicio al Señor. El principio aquí es que nuestro compromiso en servir al Señor es amarlo. Pese a nuestra débil fidelidad, Jesús aun así valora nuestro amor. Y a pesar de nuestra débil fidelidad, Jesús aun así quiere nuestro servicio. Él quiere que tratemos con nuestros fallas y pecados pasados, que confesemos (como lo fue evidentemente en una conversación anterior que Pedro tuvo con Jesús – cf. Lucas 24:34), y perdonarnos, para que nuestra relación con el Señor sea restaurada y él nos afirme en su servicio.
El problema es que cuando fallamos, Satanás se apresura a tirarnos al suelo. Después de todo, él es el “acusador de nuestros hermanos.” Pero tenemos un Abogado, quien aboga en nuestro favor ante Dios, restaurando así nuestra amistad con Él. Con razón Pedro cuando escribió su epístola, dice, “el amor cubrirá multitud de pecados” (1 Pedro. 4:8). Probablemente él aprendió eso aquel día en la playa.
A pesar de nuestra frágil fidelidad, Jesús, aun así, valora nuestro amor y quiere nuestro servicio. Él quiere que le sirvamos apacentando sus corderos (15), pastoreando sus ovejas (16), y alimentando sus ovejas (17). Nuestro compromiso de servir al Señor es amarlo incondicionalmente y sin reservas, y, en Su gracia, Jesús nos comisiona para su Servicio. Nuestro trabajo, como ministros del evangelio, es servirle entre su rebaño, ayudando a aquellos que están indagando sobre el cristianismo para superar los obstáculos, orientar y discipular a aquellos que han sido recientemente salvados, y animar a aquellos que están viejos y cansados. Esos son las ovejas y los corderos de Dios que necesitan ser alimentados y pastoreados.
Segundo, el propósito en servir al Señor es glorificarlo (18-19a). Hemos de glorificarlo cuando somos jóvenes (18a), cuando aún tenemos la energía y el entusiasmo de la juventud, cuando aún somos fuertes y capaces.
También hemos de glorificarlo cuando somos viejos (18b-19a). Cuando ya seas viejo se refiere al tiempo futuro cuando cada uno de nosotros enfrente las limitaciones mentales y físicas. Se refiere al tiempo en el que extenderás tus manos para que alguien más te ayude y apoye, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras. Este es el tiempo cuando experimentaras la completa dependencia en otros. En otras palabras, este es el final de nuestras vidas cuando nos volvemos débiles, incapaces, y dependiente. Quizá, en el caso de Pedro, esto también se refería al tiempo futuro en el que sería martirizado por Cristo, cuando sus manos serían extendidas, sería vestido por alguien más, y llevado a donde no quería ir, lo cual, de acuerdo a la historia sucedió alrededor del año 61 AD.
La vida es un ciclo desde el nacimiento hasta la muerte y tenemos que servir al Señor en cada etapa. El tiempo entre esos ciclos es muy corto, así que no debemos aplazar servir al Señor hasta más tarde en nuestras vidas. Tenemos que glorificar al Señor al servirle en cualquier etapa de la vida en la que estemos.
Tercero, el patrón en el servicio al Señor es seguirle (19b-22). Jesús repite el mismo llamado a Pedro que le hizo cuando llamó a los discípulos por primera vez (cf. Mat. 4:19), esto es, sígueme. Esto es lo que realmente es el discipulado, ¿no es verdad? Seguir al Señor. Entonces, ¿cómo seguimos al Señor?
Seguimos al Señor al responder a Su llamado. Cuando escuchamos su “sígueme,” tenemos que responder en obediencia, así como lo hizo Pedro, sin saber lo que implicaría el final de ese compromiso. Seguimos al Señor al mantener nuestros ojos en Él (20). Pedro se viró y momentáneamente quitó los ojos del Señor, cómo lo había hecho antes una vez y comenzó a hundirse en el agua. Ahora, él quita sus ojos del Señor una vez más al mirar a Juan que los estaba siguiendo, y pregunta, “¿y qué de este? (21).
No solo seguimos al Señor al responder a su llamado y al fijar nuestros ojos en Él, sino también seguimos al Señor al ocuparnos de nuestros propios asuntos (21-22). Lo que Jesús le comisionaría a Juan no le incumbía a Pedro. Su tarea era seguir a Jesús fiel y obedientemente, no compararse con otros.
El discipulado es individual. No nos incumbe o es nuestra responsabilidad lo que Dios llame a otros a hacer para Su servicio. Ellos tienen sus propios dones espirituales y su propio llamado de Dios y nosotros tenemos el nuestro. El desafío para uno no es necesariamente el desafío que Dios le da a otro. Como Pedro, algunas personas están más preocupadas sobre lo que otros están haciendo para el Señor que de lo que ellos mismos deberían estar haciendo. Asegurémonos de escuchar con atención lo que Dios nos a comisionado a hacer por Él. Prestemos atención a lo que él está diciéndonos a través de Su Palabra, a través de nuestras conciencias, a través de nuestros dones, y a través de nuestros deseos obedientes.
Solo por la gracia de Dios somos comisionados a servirle al Señor y no porque lo merecemos. Dios quiere que sepamos que Él puede usarnos justo donde estamos, a pesar de nuestras fallas, faltas, y nuestra repetitiva indiferencia. Así que, no renuncies debido a tus errores pasados. No retrocedas por cuestiones del futuro. Y no te vuelvas lento o tropieces al compararte con otros. Redimamos el tiempo porque los días son malos (Efe. 5:16). Aprendamos a contar nuestros días y a aplicar sabiduría a nuestros corazones (Sal. 90:12).
Recordemos que el verdadero servicio cristiano demanda que nuestro compromiso en servir al Señor es amarlo, el propósito de servir al Señor es glorificarlo, y el patrón al servir al Señor es seguirlo. Que Dios nos ayude a cumplir estos principios vitales del servicio cristiano.
V. Bocetos De Sermón
Título: El Conflicto de los Reinos (Juan 18:33-38): El diálogo de Jesús con Pilatos
Punto #1: El Reino de Jesús Expone un Conflicto de Reinos (33-35a)
1. El reino de Jesús separa los escépticos de los buscadores (33-35a)
a) Los escépticos desdeñan el reino de Jesús (33b)
b) Los verdaderos buscadores ansían el reino de Jesús (34)
c) El corazón muestra las diferencias (35a)
2. El reino de Jesús separa lo físico de lo espiritual (35b-38a)
a) Jesús explica que su reino no es una entidad física (36)
b) Jesús explica que su reino es una entidad espiritual (37-38a)
Punto #2: Ver la edición del Diario NET Del Pastor del invierno 2015 cuando se publique.
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