El Diario del Pastor en la Red, Ed. Esp., Edición 9, otoño 2013
Un ministerio de…
Autor: Dr. Roger Pascoe, Presidente,
Email: [email protected]
I. Predicando: La Preparación Del Predicador
“El Predicador y las Obras de Dios” Pt. 3
En las ediciones de primavera y Verano 2013, de este Diario del Pastor en la RED, discutimos la preparación personal y espiritual del predicador. Continuamos ese tema en esta edición. Lo que estamos aprendiendo es que antes de poder predicar la Palabra con poder, exactitud, y credibilidad, necesitas estar preparado personal y espiritualmente y calificado para hacerlo. Tal persona es llamada por el apóstol Pablo un “hombre de Dios.”
También notamos que, para estar calificado y preparado para el privilegio de servir en el ministerio del Señor, necesitamos prestar atención a cuatro responsabilidades…
A. Guardar tu vida moral.
B. Dirigir tu vida del hogar.
C. Nutrir tu vida interior.
D. Disciplinar tu vida ministerial.
La última vez completamos la discusión de la parte A. Guardar Tu Vida Moral. En esta edición vamos a mirar los otros tres aspectos de ser un hombre de Dios…
B. Dirigir Tu Vida del Hogar (1 Tim. 3:5).
El carácter, los valores y estilo de vida verdaderos de un hombre se muestran en casa. Allí es donde él es realmente quien es. John MacArthur dice: “Ya que el pastor ha de ser un líder de la iglesia del Señor y un padre para a familia de Dios, ¿qué mejor manera de calificar que proveyendo su liderazgo espiritual en su propia familia?” (Redescubriendo el Liderazgo Pastoral, 91). Si un hombre no puede relacionarse bien y apropiadamente con su esposa e hijos, y si no puede “gobernar” su casa bien (1 Tim 3:5), ¿cómo podrá liderar la iglesia? El liderazgo consagrado en el hogar es un prerrequisito para el liderazgo en la iglesia. El mismo liderazgo sirviente y sacrificial que esperarías de alguien que lidera la iglesia tiene que ser evidente en el hogar.
Así pues, tu familia debe estar caracterizada por el balance, felicidad, sumisión a la Palabra, disciplina, obediencia, amor, espontaneidad, servicio, sacrificio por otros, respeto muto, etc. Entonces, dedica tiempo significativo y adecuado a tu esposa y familia y toma la responsabilidad del tono y la dirección espiritual en tu hogar siendo ejemplo de espiritualidad. Eres responsable de fijar las prioridades y el enfoque espiritual en tu hogar. Dado que predicas y aconsejas la prioridad de las Escrituras y la obediencia a Dios en tu vida ministerial, asegúrate de ser un ejemplo de eso en tu vida familiar. Si no fijas el ejemplo, y ordenas el respeto de tu esposa e hijos en el hogar, ¿cómo puedes hacerlo en la iglesia, o las misiones, o en el ministerio para eclesiástico en el que sirves?
Entonces, déjame animarte a apartar un tiempo apropiado y adecuado para tu esposa e hijos. No lo relegues a un segundo lugar por el ministerio o la iglesia. Probablemente criticarías a alguien en tu congregación por hacer eso, así que no lo hagas tú. Muéstrale a tu familia que estás preparado para apartar otros asuntos urgentes porque los valoras a ellos grandemente. Mantente accesible para ellos, muéstrate disponible para ellos en presencia, mente, y emociones. Responsabilízate por el bienestar mental, emocional, físico y espiritual de todos en tu familia. Si no llevas esa responsabilidad en tu hogar, ¿cómo podrás hacerlo en tu ministerio con algún grado de credibilidad o éxito? Por consiguiente, los hombres de Dios tienen que ser esposos y padres amorosos y fieles…
B1. Se un esposo amoroso y fiel (1 Tim. 3:2; cf. Efe. 5:22-33). Me gustaría animarte a que dejes que tu esposa desarrolle y establezca su propia identidad, que ejecute sus propios dones, en vez de que su identidad sea una derivada de ti y de tu vocación como pastor. No obstante, ella necesita ser de apoyo para ti en tu rol como pastor y su vida tiene que mejorar lo que haces, no restarle valor.
Hay muchísimas fuentes de estrés para las esposas de los pastores. A veces ellas sienten que están en un segundo lugar por detrás de las demandas del ministerio de sus esposos y esto puede llevarlas al resentimiento. Puede que se sientan aisladas, sin amigos cercanos en la iglesia, lo que podría llevarlas a la soledad. Puede que vean a sus esposos recibiendo la atención de otras mujeres en la iglesia, lo que podría provocar celos y sospechas. Siempre están presionadas por lucir perfectas, lo que las lleva a tratar de mantener una falsa apariencia, intentando complacer a todo el mundo. Ellas viven en una “pecera” spiritual en la iglesia, lo que las puede llevar a la fatiga espiritual. Algunas veces los pastores no ganan mucho dinero, lo que puede causar que sus esposas se resientan por presiones financieras. A veces, hay una ruptura de la intimidad y unidad en el matrimonio, así como una falta de apoyo mutuo debido a las demandas del ministerio, lo que puede llevar a la frialdad, rabia, ansiedad, depresión, y abstinencia sexual. Todas esas fuentes de estrés pueden llevar a problemas maritales. Así que, seamos esposos amorosos, sensibles, solidarios y fieles para nuestras esposas.
B2. Se un padre amoroso y fiel (1 Tim. 3:4; Efe. 6:4). Se bueno y gentil con tus hijos (cf. 1 Tes. 2:7, 11) por medio de tu relación con su madre y tu testimonio Cristiano, muéstrales a tus hijos lo que significa ser un cristiano consagrado y consistente. Si esperas ser usado por Dios para ser el líder espiritual de la iglesia, comienza por ser un líder espiritual para tus hijos.
Recuerda nunca usar en el púlpito a tus hijos como ilustraciones, aunque ellos estén de acuerdo con eso. Los niños tienden fácilmente a estar de acuerdo en cosas, pero cuando están en la mira pública puede que secretamente se resientan.
No descuides el pasar tiempo con tus hijos. El llamado “tiempo de calidad” de ninguna manera compensa la poca “cantidad” de tiempo. Lo que tus hijos necesitan es tu tiempo y tu atención.
Tu familia es de suma importancia. Es una responsabilidad que se te ha dado cuando tienes hijos. No te puedes salir de ella. Así que da un paso al frente y toma esa responsabilidad como líder consagrado.
Nunca dejes que tus hijos sientan que están en un segundo lugar – ni siquiera tras el ministerio – sino, ellos rápidamente se resentirán. Si el ministerio y las responsabilidades familiares entran regularmente en conflicto, simplemente ajusta tu agenda ministerial.
Dales a tus hijos espacio a medida que crecen para que se transformen en los individuos que Dios ha creado y quiere que sean. Con frecuencia, los hijos criados en hogares de pastores se sienten presionados a ser perfectos. Si tu esposa se siente como viviendo en una pecera, ¡cuánto más tus hijos! Entonces, no añadamos presión al hacerlos que se conformen a las expectativas de otras personas. Los podemos ayudar a sobrellevar eso al mantener la privacidad de nuestros hogares y ayudándolos a que vivan como niños lo más normalmente posible.
Por último, protejámoslos de volverse escépticos, no discutiendo los problemas de la iglesia en frente de ellos.
C. Alimenta Tu Vida Interior.
En el ministerio uno gasta una tremenda cantidad de energía física, mental, espiritual y emocional. El ministerio no solo hace sus demandas sobre toda la personalidad, sino que también éste absorbe todo. Antes de que te des cuenta, no tienes vida o intereses fuera del ministerio. Por esto, debes auto disciplinarte para tomar el control de tu bien estar personal, sacar tiempo para…
C1. Restauración Espiritual. Si eres un pastor de una iglesia local, todo el tiempo te estás entregando a tu congregación – animándolos, exhortándolos, advirtiéndoles, aconsejándoles, predicándoles, enseñándoles. Si haces esto lo suficiente sin que te alimentes espiritualmente a ti mismo, eventualmente te secarás. En una ocasión Jesús les dijo a sus discípulos que se apartaran a un lugar desierto por un tiempo para descansar. (Mark 6:31-32).
Necesitas alimentarte espiritualmente, ¿Cómo lo puedes hacer? Una forma es tener a alguien que te ministre a ti. Escucha a otros predicadores, lee libros devocionales, participa de conferencias, o periódicamente invita a predicadores a que prediquen por ti – eso es bueno para la iglesia y para ti. Sea cual sea la manera como decidas recibir restauración espiritual, disciplínate a comprometerte en ello regularmente para que así tus baterías espirituales no se agoten.
C2. Rejuvenecimiento Mental. Una vida mental saludable requiere relajación, así como estimulación mental. La relajación mental puede tomar formas diferentes tales como vacaciones regulares, caminatas con tu esposa, una noche de compañerismo con amigos con los que te puedes relajar y ser tú mismo. Y no olvides agendar tiempo para estar a solas – la soledad es buena, especialmente para la relajación mental.
Lo opuesto también se necesita – estimulación mental. El apóstol Pablo escribió: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.” (Fil. 4:8). “en esto pensad” nos estimula la mente con buenos pensamientos y asuntos retadores que nos edificarán.
No te vuelvas perezoso o contaminado en tu pensamiento. Puedes mantener tu mente alerta y estimulada al (1) leer buenos libros de diversos temas, (2) asociarte con personas que tengan los mismos sentires con la habilidad y madurez espiritual, que pueden meterse en conversaciones estimulantes sobre asuntos que tengan contenido, (3) escucha buena música que te pueda ministrar, (4) escucha o graba buenos sermones, (5) mejora continuamente tus habilidades profesionales al participar de seminarios y cursos, particularmente aquellos sobre predicación y liderazgo en la iglesia.
C3. Recreación Física. En 1 Timoteo 4:8 (NTV), el apóstol dice: “El entrenamiento físico es bueno” – es decir, para algo sirve. Todo pastor necesita sacar tiempo para la recreación manual y física para compensar las demandas espirituales y mentales de la predicación. No te equivoques en esto, la predicación y el trabajo pastoral son trabajos muy demandantes. Pasar todo el día en reuniones, consejería, administración, y estudio significa que tú tienes que agendar tiempo para hacer algo de actividad.
La actividad física no solo es buena para tu cuerpo, sino también para tu mente. Cuidar de sus cuerpos es una administración que es tan importante como la administración de tu dinero, tiempo, y dones espirituales. Pablo enseñó que el cuerpo tenía que ser consagrado Rom. 12:1), guardado (1 Tes. 5:23), ejercitado (1 Tim. 4:8 NTV), y disciplinado (1 Cor. 9:24-27). Y recuerden, “su cuerpo es templo del Espíritu Santo” (1 Cor. 6:19-20). Por consiguiente, tenemos que tener cuidado en cómo lo usamos. Tenemos que mantenerlo puro para la Gloria de Dios. Tenemos que mantener su salud, Y tenemos que obedecer el mandato: “glorifiquen a Dios en su cuerpo” (1 Cor. 6:20).
Parte del proceso de cuidar de nuestro cuerpo es realizar algún tipo de ejercicio físico para mantenerlo sano y en forma. Intenta disciplinarte en esto. A medida que envejeces vas a estar agradecido de haberlo hecho.
C4. Recuperación Emocional. Los pastores son muy escuchados y muy vistos. Todos ven lo que hacemos y escucha lo que decimos. Algunas de las cosas que decimos y hacemos generarán (1) crítica de aquellos cuyas consciencias reaccionan a lo que decimos, (2) conflicto y quizá condena de aquellos que no están de acuerdo con nosotros, y (3) preocupación de parte de aquellos por los que nos encargamos física, emocional, y espiritualmente.
El conflicto y la crítica les cobran una alta factura a nuestras emociones. Por tanto, de vez en cuando necesitamos recuperarnos emocionalmente. ¿Cómo podemos hacerlo? Algunas sugerencias son: (1) disfruta del compañerismo con amigos que te animen y ayuden a reír, (2) reúnete con otros pastores que te puedan dar consejo sobre cómo lidiar con situaciones difíciles, (3) lee libros sobre el ministerio pastoral – encontrarás que no estás solo, aún los predicadores más prominentes sufren conflictos y son criticados.
D. Disciplina Tu Vida Ministerial (2 Tim. 2:1–6, 15).
Un líder/predicador piadoso tiene la responsabilidad solemne de acoger el mandato siguiente: “presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que traza bien la palabra de verdad.” (2 Tim 2:15).
Este estándar para la predicación bíblica es descrito anteriormente en el capítulo a través de tres imágenes de la disciplina y el compromiso de un soldado, un atleta, y un labrador (2 Tim. 2:1-6) Las imágenes que se dibujan en estos versículos describen disciplina, deber, y devoción, las cuales, cuando aplicadas, traen recompensa.
D1. Los líderes piadosos tienen que mantener el “enfoque singular” de un soldado (2:3-4). Primeramente, el enfoque particular de un soldado es siempre estar dispuesto y listo para sufrir (2:3), para ser “partícipe de los sufrimientos.” Se espera que se sufra en el ministerio debido a la guerra espiritual (cf. Efe. 6:1-20) y el maltrato.
Segundo, el enfoque singular de un soldado es siempre estar dispuesto y listo para el sacrificio (2:4a). No puedes estar preocupado con los “asuntos de esta vida” si quieres estar siempre en servicio y disponible en tu ministerio. Este es un llamado al sacrificio, a desligarse de cualquier otro deber que pudiera distraerte de tu labor principal. No es que haya nada malo con los asuntos del día a día, sino que, si estos tienen la tendencia a enredarnos, deben ser desechados. Cualquier cosa que nos robe el tiempo necesario con Dios (en oración y en la Palabra) y para Dios tiene que ser sacrificado.
Tercero, el enfoque singular de un soldado es siempre estar dispuesto y listo para el servicio (2:4b) - “a fin de agradar a aquel que lo alistó como soldado.” Como soldados de Jesucristo, tenemos que estar listos para servir al que nos alistó para su servicio. Siempre estamos de servicio.
Un soldado verdadero está marcado por la incondicional devoción al deber, el compromiso completo, sin miramientos. La recompensa de un soldado es la aprobación de su oficial superior. Para eso trabajamos- para la aprobación del Señor.
D2. Los líderes devotos tienen que emplear el “esfuerzo intenso” (2:5). Un atleta muestra esfuerzo intenso al entrenar y competir. Para ganar, un atleta tiene que luchar por tres objetivos---
1. Luchar por la excelencia. Esto envuelve trabajo duro, ejercicio, excelencia, esfuerzo, entrenamiento, diligencia, compromiso, competencia. Los predicadores necesitan hacer su tarea con excelencia y diligencia.
2. Luchar legítimamente. Esto se refiere a obedecer las reglas. Saber las reglas y obedecerlas, aunque nadie esté viendo. Los predicadores tenemos que tener esa integridad.
3. Luchar para ganar. La recompensa es ser coronado, resultar victorioso, buscar solo la aprobación del Señor. La recompensa del predicador es la aprobación del Señor ahora y su recompensa más tarde. Un atleta tiene que tener la disciplina incondicional para completar y ganar legítimamente. Y la recompensa es ser “coronado” como victorioso.
D3. Los líderes piadosos tienen que mantener la “perseverancia constante” de un labrador (2:6). El labrador trabaja mucho y duro sin ninguna garantía de éxito. Esto conlleva una gran auto disciplina y constancia. Después de preparar el terreno y plantar las semillas, luego tiene que esperar la cosecha. Esto lleva consigo confianza – confianza en Dios, ya que solo Dios puede hacer crecer y producir una cosecha. Los labradores necesitan un trabajo de todo corazón y dependencia.
Los predicadores piadosos pueden preparar lo mejor posible un sermón y las enseñanzas bíblicas y darlas con gran fervor, pero los resultados le pertenecen a Dios quien trae vida a aquellos que estaban muertos. (Efe. 2:1)
Conclusiones. Solo a través de trabajo duro, el compromiso sincero, y la auto disciplina podremos presentarnos “a Dios aprobados, como obrero que no tiene de qué avergonzarse” (2:15). Es muy fácil volvernos perezosos en el ministerio, perder el compromiso, y desanimarnos.
Disciplinémonos para poner el tiempo y la energía necesaria para terminar el trabajo bien. Comportémonos de manera que las personas vean que estamos comprometidos con nuestro testimonio y ministerio cristiano. No seamos de corazón dividido respecto a nuestras vidas cristianas ni obremos mediocremente en nuestro ministerio. El liderazgo y predicación cristianas ¡son tareas duras! Todo lo que hacemos, tenemos que hacerlo para la gloria de Dios y eso significa que lo hacemos con todo nuestras fuerzas y excelencia.
A nivel personal, la medida del ministerio cristiano para los hombres de Dios significa, por un lado, ser diligentes para presentarse aprobados ante Dios, y por el otro lado, ser un obrero que no tenga de qué avergonzarse. A nivel práctico, la medida del ministerio cristiano para los hombres de Dios significa predicar y enseñar con autoridad, apropiadamente, y con exactitud, usando bien la palabra de verdad.
II. Liderazgo: Siendo Un Buen Modelo A Seguir
“Tu Santidad Personal”
Continuamos con el tema de nuestra última edición del Diario del Pastor en la RED sobre la santidad personal. Anteriormente discutimos la pureza en nuestras vidas sociales. En esta edición, vamos a ver la pureza en nuestros pensamientos, motivaciones, y palabras.
A. Pureza En Pensamiento (2 Cor. 10:5).
Nuestros pensamientos pueden ser muy sutiles y pecaminosos, ¿Pueden? Algunas veces te preguntas de dónde vienen ciertos pensamientos. Sin duda alguna ellos surgen de nuestra naturaleza pecaminosa, impulsados por Satanás y las tentaciones que éste pone en nuestro camino.
Para mantener la pureza en nuestros pensamientos tenemos que tener cuidado con lo que pensamos. Tenemos que disciplinar nuestra mente para controlar los pensamientos que contemplamos. Cuando nuestros pensamientos están sin control, es fácil que las fantasías tomen el control. Y las fantasías descontroladas pueden volverse realidad. La Biblia dice, “Porque cuál es su pensamiento en su corazón, tal es él.” (Prov. 23:7). Nuestros pensamientos moldean nuestro carácter y nuestro comportamiento. Cada acción o hábito comienza con un pensamiento.
Así que, seamos cuidadosos con lo que pensamos. Si te encuentras teniendo pensamientos no saludables o pecaminosos, ora a Dios para que los destierra de tu mente. ¡Eso funciona! Dios nos libra del mal, porque el poder de Dios es mayor que Satanás o que cualquier otra tentación terrenal.
A menudo, nuestros pensamientos son generados por cosas que hemos leído o visto. Entonces ten cuidado de lo que miras, porque lo que miras entra a tu corazón e impacta tus deseos. “Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.” (Santiago 1:15). Esa es la tendencia si nuestros pensamientos no son controlados.
Probablemente lo que sucede en la mente es lo más peligroso de todo (aún más que las acciones exteriores) porque nadie puede ver nuestros pensamientos. Nadie te puede hacer responsable por lo que estás pensando porque ellos no lo saben. Pero recuerda lo que dijo Jesús: “Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias. Estas cosas son las que contaminan al hombre” (Mat. 15:18-20). Lo que sucede dentro de tu mente saldrá, sean buenos o malos pensamientos. Y esos pensamientos formarán la base de quién eres y lo que haces.
B. Pureza En Las Motivaciones.
Las motivaciones impuras son cuando hacemos las cosas correctas por los motivos incorrectos, hacer algo para alcanzar el resultado deseado, pero por las razones incorrectas. Entonces, preguntémonos: ¿Por qué razón hacemos el ministerio? ¿Cuál es nuestra motivación? Tenemos que hacer las cosas correctas por las razones correctas.
En Apocalipsis 2:2-3 la iglesia de Éfeso hizo las cosas correctas, pero con un motivo impuro -concretamente, ellos no lo estaban haciendo por el amor a Cristo. La advertencia es que, si no se arrepienten de sus motivos impuros, Dios quitará su candelabro (su testimonio público como iglesia). ¿Para qué hacemos el ministerio? ¿Para qué vivimos?
¿Hacemos el ministerio para nuestra propia gloria como los que “se alaban a sí mismos” quienes, midiéndose a sí mismos por sí mismos, y comparándose consigo mismos, no son juiciosos? (2 Cor. 10:12)? ¿Estamos viviendo para nuestra ganancia personal, como aquellos que “toman la piedad como fuente de ganancia (1 Tim. 6:5)? ¿Buscamos nuestra propia auto promoción? Jesús dijo, “yo estoy entre vosotros como el que sirve” (Luc. 22:27). Pablo dijo que él había servido “…al Señor con toda humildad, y con muchas lágrimas, y pruebas” (Hch 20:19).
En su libro, “Pastoreando la Iglesia,” Joe Stowell escribe: “Aquellos que sirven para Su gloria y Su beneficio encuentran su mayor alegría no en la afirmación que viene en la puerta después del sermón, sino en vidas que, con el tiempo, están cambiando funcionalmente a través del ministerio de la proclamación. En vidas que ahora traen más gloria a Dios que en los días pasados. En vidas que le dan el crédito a Dios - no a nosotros- por lo que Dios ha hecho en ellos a través de nosotros” (Joseph Stowell, Shepherding the Church, 233). ¡Sí!
Las motivaciones puras nos hacen servir para la gloria de Cristo y el beneficio de su reino. La motivación de Pablo para su ministerio era que “ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte. 21 Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.” (Fil. 1:20). Pablo dijo, “Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, “(1 Cor. 15:9). La motivación de Juan el Bautista fue que Jesucristo “… crezca, pero que yo mengüe” (Jn. 3:30).
Verifiquemos cuál es la motivación de nuestros propios corazones como líderes del pueblo de Dios.
C. Pureza En Palabra (1 Tim. 4:12; Tit. 2:7).
Nuestro discurso está en un área que puede ser muy peligroso y en donde podemos fácilmente resbalar. Lo que decimos (las frases y palabras que usamos) y cómo lo decimos (lenguaje corporal, tono de la voz) pueden bien sea empoderar nuestro papel de liderazgo o inmovilizarlo. Puedes darle un significado totalmente diferente a las palabras que usas tan solo a través del énfasis en las diferentes palabras o del lenguaje corporal.
Necesitamos ser cuidadosos sobre las palabras que escogemos. Estoy notando que más y más palabras y expresiones seculares están siendo usadas por cristianos (y predicadores) que antes nunca hubieran sido usados por los creyentes. He escuchado a pastores y a líderes cristianos que dicen cosas que me dan escalofríos. A veces usan expresiones que son comunes en nuestra sociedad, pero que no deben ser parte de nuestra comunicación. Oigo a líderes en la iglesia usando expresiones idiomáticas que a veces vienen de palabras de maldición (y creo que ni siquiera se dan cuenta de ello).
Las palabras se escapan muy fácilmente y éstas no pueden ser retractadas. Cuando salen, son como agua derramada en el suelo- no se puede volver a juntar (2 Sam. 14:14). Cuando se dicen palabras incorrectas, ya es demasiado tarde, el daño está hecho.
Las palabras son la herramienta primordial usada por los predicadores y líderes. Nuestra labor se mueve en torno al uso de palabras. Por lo tanto, nos corresponde ser expertos en su uso, no solo en el púlpito, sino también en toda interacción. Tenemos que ser artífices de las palabras, escogiendo con cuidado las palabras que usamos para que transmitan con precisión lo que queremos decir. Pero la precisión y la veracidad por sí solas no son suficientes, la actitud y la motivación detrás de lo que decimos también es importante. Las Escrituras dicen, “Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal,” (Col. 4:6). “hablaremos la verdad con amor,” (Efe. 4:15). “rápidos para escuchar, lentos para hablar, (Santiago 1:19).
Entonces, tratemos de evitar la jerga o las expresiones idiomáticas, estas te meterán en problemas. No uses palabras duras o ásperas (Efe. 5:4); así no es Cristo. Trata de no usar palabras de doble sentido que puedan ser interpretadas erróneamente. Siempre que sea posible, se consciente de usar palabras bien escogidas, constructivas, positivas y amables.
Ten cuidado con el chisme, la calumnia, la mentira, el engaño, deducciones, insinuaciones, seducciones, murmuraciones, quejas, alardes, exageraciones. Todas ellas surgen de la incorrecta aplicación o uso de las palabras (cf. Efe. 4:25, 29, 31; 5:4; Col. 3:8-9; 4:6; Mat. 15:11, 17-20). Mantente alejado de palabras que puedan tener connotaciones impuras.
Usemos “la verdad” (Tit. 2:8) que es un testimonio de la “gracia” (Lucas 4:22) que procedía de la boca del Señor, de la pureza de discurso que queremos que otros adopten, y de las palabras amables que llevan a otros a Cristo.
Nuestros maestros de escuela solían decirnos: “Palos y piedras pueden romper mis huesos, pero las palabras nunca me harán daño.” Sin embargo, eso no es cierto. Las palabras dichas con ira, burla, incitación, crítica pueden herir mucho más que las heridas físicas y causar dolor incalculable en las relaciones cristianas. Las palabras que usamos son demasiado importantes, así que escojámoslas con cuidado.
III. Pensamientos Devocionales
“El Ministerio de los Vasos de Barro, Pt. 2: Las Motivaciones del Ministerio” (2 Cor. 4:16-5:9)
En la edición de verano de este diario, comenzamos a estudiar el tema de “El Ministerio de los Vasos de Barro” (2 Corintios 4:7 – 5:21). Vimos 2 Corintios 4:7-16, que tiene que ver con el tema de “La Naturaleza del Ministerio.” Ahora continuamos con la siguiente sección, 2 Corintios 4:16-5:17, que trata el tema de “La Motivación para el Ministerio.” El apóstol señala tres motivaciones para el ministerio: A. La motivación de la transformación futura (4:16- 5:9), B. La motivación de la rendición de cuentas ante Dios (5:10-13), y C. La motivación del amor de Cristo (5:14-17). En esta edición de este Diario del Pastor, solo cubriremos…
A. La Motivación De La Transformación Futura (4:16-5:9).
El apóstol desarrolla este asunto de “el ministerio de vasos de barro” alrededor de cuatro paradojas. La última vez hablamos de la primera paradoja del ministerio: El mensajero débil vs. El mensaje poderoso (4:7-26). Hoy, en el pasaje que estudiaremos, llegamos a la segunda, tercera y cuarta paradoja del ministerio, específicamente en conexión con la motivación de la transformación futura.
La segunda paradoja del ministerio es: El decaimiento externo vs. La renovación interna (4:16-17). Para el Cristiano la paradoja es que “Aunque nuestro cuerpo está muriéndose, nuestro espíritu va renovándose cada día.” (16b). Hay una diferencia entre el exterior y el interior – el exterior está muriéndose y el interior se renueva. Por un lado, sufrimos del decaimiento progresivo de nuestro ser físico. Nuestro “hombre exterior” (i.e. lo que es visible, nuestro cuerpo y facultades físicas) esta “muriéndose” (i.e. dirigiéndose a la muerte de manera constante e irreversible). Por otro lado, nuestro ser interior está siendo progresivamente renovado a la imagen de Dios. Nuestro “hombre interior” (i.e. lo que es invisible, nuestra nueva vida en Cristo, nuestro ser espiritual, nuestra semejanza a Cristo). “se renueva cada día” (i.e. es santificado, transformado a la imagen de Cristo).
La realidad de los no cristianos es petrificante. Ellos solo experimentan el decaimiento externo sin ninguna renovación interior, porque no tienen vida espiritual. “Esto es” (introduce la explicación de esta paradoja del decaimiento externo vs. la renovación interna) “esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria;” (4:17). Note los elementos contrastivos de la paradoja cristiana – sufrimiento presente por el nombre de Jesús (dificultades leves y momentáneas) y la gloria futura en la presencia de Jesús (una gloria eterna que por mucho sobrepasa los problemas momentáneos).
Pablo no está enseñando que el sufrimiento físico es recompensado con mérito espiritual. Él no está avalando el ascetismo. En vez de eso, Pablo está es abordando el tema de cómo la gloria y el poder de Dios se muestran en vasos de barro (4:7) – el tema de estar muriendo espiritualmente (y quizá físicamente) con Jesús (4:10a), el asunto de la vida de Jesús manifestada en nosotros (4:10b), y el asunto de ser librados de la muerte en nombre de Jesús para que la vida de Jesús se manifieste en nosotros (4:11).
Como lo asevera Philip Hughes: “El tema de Pablo en toda esta epístola es el asombroso contraste de la fragilidad del cuerpo humano y la aflicción que mantiene en la causa de magnificar el evangelio y proveer la oportunidad de experimentar, toda la gloria trascendente, el poder y la gracia del Dios Todopoderoso” (2 Corintios en “The New International Commentary on the New Testament,” 157). No importa cuán severo sea nuestro sufrimiento físico “por el nombre de Jesús” (i.e. sufrimiento que es soportado y sufrido por el nombre de Jesús en la causa del evangelio), este es “leve” y “momentáneo” comparado con la “gloria eterna” que está reservada para nosotros en el cielo.
La tercera paradoja del ministerio es: Lo visible vs. Lo invisible (4:18). El ojo de la fe no está preocupado con lo que ve, sino con lo que no ve. “no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven;” No nos enfocamos en nuestra debilidad, sufrimiento o muerte humana (el decaimiento de nuestra existencia física) y las circunstancias difíciles, sino que en vez de eso miramos lo invisible, las verdades espirituales, “las cosas que no se ven.” Los no cristianos se enfocan en lo físico, lo exterior, y en el presente (tesoros en la tierra, cosas perecederas), pero el cristiano se enfoca en lo espiritual, lo interno, y lo eterno. Nos enfocamos en las realidades espirituales, en nuestra vida en Cristo. Estamos enfocados en el poder interno, la renovación del Espíritu Santo. Estamos enfocados en la gloria eterna, en un futuro, en una perspectiva celestial cuando estemos completos y finalmente seamos como Cristo. Estamos avanzando, no mirando atrás. (Fil. 3:14). Soportamos el presente con la certeza del futuro. Sabemos que lo transitorio le dará paso a lo permanente. Buscamos que las aflicciones temporales sean reemplazadas por gloria eterna.
La cuarta paradoja del ministerio es: Nuestro tabernáculo terrenal vs. nuestra casa celestial (5:1-8). La explicación de la paradoja anterior es así: “Pues sabemos…” La base de nuestra perspectiva sobre el sufrimiento presente y el decaimiento es nuestro conocimiento de la glorificación futura, la redención de nuestros cuerpos, así como de nuestras almas, la cierta esperanza de gloria. La única incertidumbre es si moriremos antes de la venida de Jesús:”… cuando se desarme esta carpa terrenal en la cual vivimos (es decir, cuando muramos y dejemos este cuerpo terrenal)…” (5:1).
El cuerpo en el cual vivimos en el momento es temporal y transitorio, no es nuestro lugar de habitación permanente. Pero, aunque se destruyera por la muerte, “…tendremos una casa en el cielo, un cuerpo eterno hecho para nosotros por Dios mismo y no por manos humanas.” La imagen de un “tabernáculo (carpa)” vs. una “casa” es una alusión al tabernáculo de los israelitas en el desierto vs. el templo permanente en Jerusalén (cf. Heb. 11:8ff.). Así como ellos en el desierto, somos peregrinos y extranjeros en la tierra (Heb. 11:13; 1 Ped. 2:11), que solo estamos de paso. Nuestra ciudadanía es en el cielo, y cuando lleguemos al cielo tendremos cuerpos adecuados para esa existencia celestial, “una casa no hecha con las manos” – no de este mundo, no creaciones ligadas a la tierra, no temporales, no afectadas por el pecado, no sujetas a la muerte, no afectadas por el pecado, sino permanentes, eternos, cuerpos glorificados resucitados como el cuerpo glorioso de Cristo. (Phil. 3:21).
“Y por esto” (explicación de 5:1) “también gemimos (en este cuerpo) (cf. Rom. 8:23) deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial...” (5:2). Gemimos en nuestro tabernáculo de habitación terrenal actual, porque está sujeto a muerte, sufrimiento, y dolor. Por eso deseamos nuestros cuerpos gloriosos, nuestra habitación que viene del cielo, la cual es vista como ropas que nos ponemos sobre nuestro cuerpo mortal (cf. 1 Cor. 15:53), para que haya tanto continuidad como transformación, nuestros cuerpos mortales serán revestidos y transformados por nuestros cuerpos gloriosos. Lo que realmente anhelamos es la posibilidad “…pues así seremos hallados vestidos”, 5:3) de recibir nuestros cuerpos glorificados sin morir – de estar vivos cuando regrese Cristo para que, siendo “hallados vestidos” con nuestros cuerpos glorificados, “hallados vestidos, y no desnudos” (5:3). La Esperanza aquí expresada es que nosotros no debemos estar despojados de nuestros cuerpos en la muerte, y que nunca experimentemos la separación del cuerpo, que no muramos antes de que recibamos nuestro cuerpo glorificado, sino que seamos “revestidos de aquella nuestra habitación celestial (5:2b).
“porque así mismo” (explicación detallada) los que estamos en este tabernáculo (esta existencia física en decadencia) , gemimos con angustia; porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida.” (5:4). Gemimos debido al peso de nuestros cuerpos actuales, no porque queramos morir (i.e. ser desnudados y que nuestros cuerpos regresen al polvo), sino porque queremos ser revestidos por nuestros cuerpos glorificados (cuerpos aptos para la gloria), para que nuestros cuerpos mortales (nuestros decadentes cuerpos presentes) puedan ser absorbidos (tomados, tragados, integrados, digeridos) por la vida eterna al regreso de Cristo, para que nunca muramos ni experimentemos corrupción.
Esto es lo que les sucederá a aquellos que estén vivos al momento del regreso de Cristo, no seremos “desvestidos” (desnudados, quitados nuestros cuerpos), sino revestidos al ponernos nuestro cuerpo glorificado. Cuando eso suceda, nuestros cuerpos mortales, ligados al mundo serán absorbidos y transformados instantáneamente en nuestro estado glorificado, para que nuestra carne mortal (nuestra vida y cuerpo terrenal mortal) sean “absorbidos” (desaparezcan, sean integrados, digeridos) “por (lo que realmente será) la vida.”
Entonces, la imagen en 5:1-4 es que nuestros cuerpos mortales son como un vestido que cubre nuestra alma, que al momento de morir se vuelve desnuda porque ésta será separada del cuerpo. Por otro lado, nuestros cuerpos inmortales se asemejarán en la venida de Cristo a un vestido que vuelve a ponerse (cubre) sobre nuestras almas, o, para aquellos que estén vivos en ese momento, “nos reviste” (como un vestido que es puesto sobre nuestros cuerpos mortales)
“Mas el que nos hizo para esto mismo es Dios,” (5:5a). Dios mismo nos ha hecho para recibir (vestirnos) nuestros cuerpos glorificados. Esta transformación final a nuestro estado glorificado es única y completamente la obra de Dios. Esto nos da seguridad porque no depende de nosotros, sino de Dios y por ello con seguridad sucederá. Lo que Dios ha comenzado, él lo completará (Fil. 1:6), porque “…es Dios, quien nos ha dado las arras del Espíritu.” (5:5b). No solo tenemos la instrucción del apóstol sobre esta certeza futura de que Dios cumplirá nuestra transformación final, sino que actualmente tenemos el depósito interno (el anticipo) del Espíritu como garantía de que Dios con seguridad lo hará (cf. Efe. 1:14; cf. Rom. 8:11ff.). El Espíritu Santo constante y continuamente nos reafirma que el poder que levantó a Cristo de la Muerte nos levantará a nosotros en gloria (Efe. 1:9-20).
Que confianza y motivación nos da esto, ¡particularmente a ser de edad avanzada! Nuestros cuerpos exteriores están muriendo, sufrimos por nuestra mortalidad, pero más específicamente por el nombre de Jesús. Pero todo eso se pierde en la seguridad y esperanza de nuestra transformación futura a imagen de Cristo, porque eso no se compara con la gloria venidera. “Así que” (como resultado de esta seguridad que Dios lo hará y nos ha dado su Espíritu como garantía), “vivimos confiados siempre…” (5:6a) – nuestra confianza en que Dios cumplirá nuestra transformación es inamovible y continua - “...sabiendo que (confianza basada en el conocimiento) entre tanto que estamos en el cuerpo…” (viviendo en este tabernáculo terrenal) “…estamos ausentes del Señor (de su presencia). (porque por fe andamos, no por vista) (cf. Heb. 11:1). confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor” (5:6b-8), cuando la vista reemplace la fe. Aunque la muerte es nuestro enemigo final, no nos atemoriza. En vez de eso, estamos llenos de confianza y motivación.
Dios está en control de tanto la vida como la muerte. El Espíritu de Dios nos da la seguridad interna de que Dios completará nuestra transformación. Nuestra vida temporal es nuestro constante recordatorio de que aún no estamos en la presencia del Señor. De hecho, en este estado vivimos por fe no por vista. Nuestro deseo es dejar nuestra vida terrenal presente y estar con el Señor, aunque entremos en un periodo de desnudez, esperando ser vestidos con nuestros nuevos cuerpos. Esto no es un deseo de morir, sino que es una expresión del deseo de estar con Cristo que opaca el obstáculo de la muerte. (cf. Fil. 1:21). Pero la mayor de todas las circunstancias será estar vivo a su regreso, transformados y transportados para estar con Cristo sin pasar por la Muerte. (cf. Fil. 1:21-13).
Conclusión: “Por tanto procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables.” (5:9). No importa lo que pase, si estamos aquí cuando venga Cristo o estamos ausentes del cuerpo, nuestro objetivo y motivación es para que nuestro ministerio sea “agradable” al Señor.
IV. Bocetos del Sermón
Juan 4:19-42, El Diálogo de Jesús con la Mujer Samaritana, Pt. 2
Título: El enfoque del Maestro hacia el evangelismo, Pt. 2
Materia: Superando las barreras sociales y espirituales en el evangelismo.
Continuando desde el punto #3 en la última edición de este diario...
Punto #4: Lleva a la persona a Dios (4:19-24)
1. Por medio de una respuesta que aperciba a la persona (19-20)
a) Sobre quién es Jesús (19)
b) Sobre encontrar a Dios (20)
2. A través de una respuesta esclarecedora (21-24)
a) Sobre en dónde se encuentra a Dios (21)
b) Sobre cómo es adorado Dios (22-24)
3. Al revelar la identidad de Cristo (4:25-26)
a) Al darse cuenta sobre lo que ellos saben de él (25)
b) Al revelar lo que ellos no saben sobre él (26)
Punto #5: Desarrollar fe en otros (4:27-38)
1. Desarrollar fe en otros a través de tu testimonio personal (28-30)
a) Al demostrar que Dios cambia vidas (28)
b) Al invitar a otros a ver a Cristo por sí mismos (29a)
c) Al declarar lo que Cristo ha hecho (29b)
d) Al enfatizar en quién es Cristo (29c-30)
2. Desarrollar fe en otros a través de una teología apropiada (31-38)
a) Que la obra de Dios en el mundo era la misión de Cristo (31-34)
- hacer la voluntad de Dios y termina la obra de Dios
b) Que la obra de Dios en el mundo es una misión urgente (35)
- la cosecha espiritual brota en los momentos menos esperados
- la cosecha espiritual brota en los lugares menos esperados
c) Que la obra de Dios en el mundo es una misión cooperativa (36-38)
- es la misión cooperativa entre los sembradores y los segadores
- todos los sembradores y segadores son igualmente importantes
- todos los sembradores y segadores trabajan para el mismo resultado
Punto #7: Los Resultados (4:39-42)
a) Algunos van a creer por tu testimonio personal (39-40)
b) Muchos más creerán por la palabra de Dios (41-42)
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