El Diario del Pastor en la Red, Ed. Esp., Edición 8, verano 2013
Un ministerio de…
Autor: Dr. Roger Pascoe, Presidente,
Email: [email protected]
I. Predicando: La Preparación Del Predicador
“El Predicador y las Obras de Dios” (Parte 2)
Continuemos nuestra discusión de la edición anterior de este Diario (DPR 7, primavera 2013) sobre la preparación espiritual y personal del predicador. Vimos que para el apóstol Pablo el orden de preparación es primero la preparación del predicador y luego la preparación del mensaje. En otras palabras, antes de poder predicar la Palabra con poder, exactitud, y credibilidad, necesitas estar personal y espiritualmente en forma y calificado para hacerlo. La persona que está en forma para predicar la Palabra es llamada por el apóstol Pablo un “hombre de Dios” (1 Tim. 6:11).
Un hombre de Dios es aquel que ha sido probado y aprobado por Dios como probado y verdadero (2 Tim. 2:15). Aunque puede que esto suene a un estándar a alcanzar abrumador, las Escrituras nos guían a cuatro áreas principales que necesitamos dar prioridad para pasar la prueba y estar calificados para el privilegio incomparable de predicar la Palabra:
A. Guardar tu vida moral.
B. Dirigir tu vida del hogar.
C. Nutrir tu vida interior.
D. Disciplinar tu vida ministerial.
A. Guardar tu vida moral.
En nuestra edición anterior aprendimos que, para guardar su vida moral, un hombre de Dios tiene que…
A1. Huir de las trampas del pecado – Estas pueden destruir tu ministerio.
Huir de la trampa de las falsas pasiones (1 Cor. 6:18; 2 Tim. 2:22).
Huir de la trampa de las enseñanzas falsas (2 Tim. 4:3-4; Gal. 1:6, 9; 1 Tim. 6:3-5).
Huir de la trampa de los valores falsos (1 Tim. 6:9-11).
Además, como descubriremos en esta edición, un hombre de Dios tiene que…
A2. Ir tras virtudes piadosas – Estas fortalecerán su ministerio.
Ir tras la rectitud y la piedad (1 Tim. 6:11).
Ir tras la fe y el amor (1 Tim. 6:11).
Ir tras la resiliencia (paciencia) y gentileza (1 Tim. 6:11).
A3. Pelear batallas espirituales– Estas atacarán su ministerio.
Luchar por la confesión cristiana (1 Tim. 6:12).
Proteger la comisión cristiana (1 Tim. 6:13-14).
A2. Un hombre de Dios tiene que ir tras virtudes piadosas - estas fortalecerán su ministerio. Así como debemos huir de las trampas del pecado, también tenemos que seguir las virtudes piadosas. El presente imperativo implica un esfuerzo continuo – insiste en perseguir las virtudes piadosas. Así como no podemos nunca decir que hemos terminado de huir de las trampas del pecado, tampoco nunca podemos decir que hemos terminado la tarea de seguir las virtudes piadosas. Esto es una ocupación de toda la vida - huir de una y perseguir la otra.
“Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre.” (6:11). Un hombre de Dios es alguien que sigue y sirve a Dios, alguien que expresa un carácter piadoso en fe y práctica, alguien que vive para el mundo que viene y no para este mundo, alguien que lucha por los tesoros en el cielo no por los de la tierra. Es, de hecho, la antítesis en actitud, motivación, objetivos, y valores de aquellos falsos maestros ya descritos. Es el líder de iglesia consumado, un hombre de Dios. En contraste con las cosas que los falsos maestros siguen (ver 6:3-11), un hombre de Dios como Timoteo tiene que “huir de estas cosas” – las trampas del pecado y las malas prácticas como el amor al dinero y el estilo de vida que fluye de éste – y que corre en direcciones opuestas. En vez de eso, Timoteo, como un hombre de Dios, perseguía las virtudes piadosas que fortalecían su ministerio: “y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre.” (6:11b).
Aquí tenemos tres pares de virtudes espirituales que un hombre de Dios debe perseguir…
El primer par de virtudes espirituales es: “Justicia y Piedad” Estos dos atributos espirituales describen dos aspectos de la vida piadosa, ambos tienen que ver con nuestra relación y testimonio ante Dios y ante las personas.
La justicia a la que nos referimos aquí no es la justicia de Cristo, la cual es imputada a nosotros en el momento de nuestra salvación y que no necesitamos perseguirla. En vez de eso, la justicia referida aquí es la justicia práctica que hemos de manifestar al vivir de acuerdo a la palabra de Dios. Eso es lo que hace un hombre de Dios – vive rectamente ante Dios y las personas. Esto, por lo tanto, tiene tanto una perspectiva vertical, así como una horizontal.
La piedad, por otro lado, tiene que ver con nuestra espiritualidad, la manifestación de Dios en nuestras vidas, nuestro carácter divino, o como lo dice D. A. Carson, nuestra conectividad a Dios.
El Segundo par de virtudes espirituales es: “Fe y amor.” Estas son virtudes internas. La “fe” tiene que ver con nuestra lealtad a Dios, la cual es un fruto del Espíritu (Gal. 5:22). Tiene que ver con nuestra confianza en Dios en todas las facetas de nuestra vida, depender de él para cubrirnos con su poder, sus propósitos, su provisión, y su protección. Como lo expresa Stephen Olford, “vivimos por fe (Rom. 1:17), oramos por fe (ver Mat. 21:22), luchamos por fe (ver Ef. 6:16), ganamos por fe (ver 1 Jn. 5:4), y morimos por fe (cf. Heb. 11:13)” (“Anointed Expository Preaching (Predicación Declarativa Ungida),” 45). Es más, “sin fe es imposible agradar a Dios” (Heb. 11:6).
El “Amor” tiene que ver con la benevolencia hacia otros (ver 2 Tes. 1:3, Tit. 2:2). El amor bíblico no es sentimentalismo, sino que más bien siempre está actuando para el mejor interés de otros (Fil. 2:4). Este es el amor del gran mandamiento, “Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mat. 22:37-39). El amor bíblico es claramente contracultural, ya que debemos amar a nuestros enemigos (Mat. 5:44). Una vez más, esto es un fruto del Espíritu (Gal. 5:22).
El tercer par de virtudes espirituales es: “Resiliencia y mansedumbre.” Mientras que la fe y el amor son virtudes internas, estos dos rasgos espirituales son virtudes espirituales externas.
“Resiliencia” es la habilidad de resistir la oposición, de soportar las pruebas, afrontar las dificultades de todo tipo sin rendirse, sin transigir o capitular.( 2 Tim. 3:11; 1 Pedro 2:19; Heb. 11:27). Es la constancia a pesar de los desafíos y obstáculos. Es la perseverancia por amor a Cristo en cualesquiera circunstancias. Es la resiliencia de un soldado, labrador, y atleta como se describe en 2 Timoteo 2: 3-6.
“Humildad” es imitar la naturaleza de Cristo quien era “manso y humilde de corazón” (Mat. 11:29). Esta es una actitud de humildad, estimando a los demás como superiores a ti mismo, (Fil. 2:3), tratando a las personas como Cristo lo haría, con “mansedumbre y ternura” (2 Cor. 10:1).
Primero, el hombre de Dios ha de huir de la trampa del pecado – esta puede destruir su ministerio. Segundo, el hombre de Dios ha de seguir las virtudes piadosas – estas fortalecerán su ministerio. Tercero…
A3. Un hombre de Dios tiene que pelear batallas espirituales – estas atacarán su ministerio. El ministerio es una batalla spiritual en la cual estamos constantemente luchando con el mundo, la carne, y el diablo (Efe. 2:2-3), y contra pasiones falsas, enseñanzas falsas, y valores falsos. Esta no es una lucha contra carne y sangre sino contra huestes espirituales de maldad en lugares celestiales (Efe. 6:12). No solo luchamos contra errores o creencias y conductas, sino que también luchamos por la verdad. Esto no quiere decir luchar como si estuviéramos en un combate o querella sino…
a) Luchar por la confesión cristiana (1 Tim. 6:12): “Pelea la buena batalla de la fe” (1 Tim. 6:12a). Luchar por el cuerpo de la verdad proposicional – “la fe que ha sido dada a los santos” (Judas 3) – la cual creemos y valoramos profundamente, la cual debemos defender y proclamar. Así que, no cambies tus creencias. No comprometas la verdad. Esta es nuestra confesión y vocación cristiana.
Así como Jesús nunca comprometió o alteró la verdad incluso cuando era interrogado por Pilatos bajo la amenaza de crucifixión se mantuvo en su confesión (6:13), así tenemos que luchar por lo que sabemos y creemos. “echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos.” (1 Tim. 6:12b). Ministra a la luz de la eternidad. Predica la verdad que con valor confesaste cuando fuiste salvo y ordenado como ministro. Haz de las verdades de este evangelio una realidad práctica en tu vida y ministerio. Aférrate a ella hasta el final, sin alteración o compromiso, hasta que obtengas el premio.
b) Proteger la comisión cristiana (1 Tim. 6:13-14): “Te mando delante de Dios, que da vida a todas las cosas, y de Jesucristo… que guardes el mandamiento sin mácula ni reprensión, hasta la aparición de nuestro Señor Jesucristo” (1 Tim. 6:13-14). Un “mandato” es un punto de instrucción. Como hemos visto en el estudio de 1 Timoteo, esta epístola está estructurada alrededor de los cinco encargos de Pablo sobre la responsabilidad pastoral (1:3-20); adoración pública (2:1-5); liderazgo pastoral (3:1-16); devoción personal (4:1-6:2); y motivación pastoral (6:3-21).
La “comisión,” entonces, que Pablo impone sobre Timoteo probablemente abarca todo lo que Pablo ha descrito en estos cinco mandatos, de los que el objetivo final es “que guardes el mandamiento sin mácula ni reprensión.” Como lo pone William Hendriksen, el hombre de Dios tiene que “mantener su comisión impoluta e inmaculada” (“Comentario sobre 1 Timoteo,” 205). Nuestro ministerio ha de estar marcado por la pureza y la perseverancia. Tenemos que evitar traer cualquier reproche al nombre de Cristo en nuestra conducta y no nos podemos desviar de nuestra ocupación ministerial. No cambiar de dirección, aferrarnos a ello hasta que crucemos la meta, hasta se hayan ido las batallas espirituales que atacarán tu ministerio.
II. Liderazgo: Siendo Un Buen Modelo A Seguir
En esta sección continuaremos nuestro estudio sobre lo que significa ser un buen modelo a seguir como líder cristiano. Esto tiene que ver con tu pureza personal. En las dos últimas ediciones del Diario del Pastor en la RED hemos visto la pureza personal en nuestra conducta – nuestra conducta sexual y nuestra ética de conducta. En esta edición miraremos un aspecto más de la pureza en nuestra conducta – Pureza En Nuestra Conducta Social. Esto tiene que ver con nuestras relaciones interpersonales.
Como hombre de Dios, tus relaciones interpersonales necesitan reflejar honestidad y rectitud, sinceridad y transparencia, y autenticidad y humildad.
1. Honestidad y rectitud. Esto es una conducta manifestada en nuestras relaciones sociales con otros. Las otras personas deben reconocernos por ser hombres de Dios cuyo “sí” es “sí” y cuyo “no” es “no” (2 Cor. 1:17-20) – no deben tener dudas de lo que queremos decir; no deberían nunca preguntarse si estamos o no diciendo la verdad. No podemos ocultarnos detrás de una apariencia, ni nuestra comunicación puede estar encubierta en misterio. Que nuestro discurso sea honesto y sincero.
2. Sinceridad y transparencia. Imitemos el ejemplo del apóstol Pablo, quien le dijo a los Corintios, “Nuestra boca se ha abierto a vosotros, oh corintios; nuestro corazón se ha ensanchado…. Pues, para corresponder del mismo modo (como a hijos hablo), ensanchaos también vosotros. a nadie hemos agraviado, a nadie hemos corrompido, a nadie hemos engañado.” (2 Cor. 6:11-13; 7:2).
Los hombres de Dios no pueden ser reservados o aislados. Las personas con las que tenemos contacto deberían hallarnos cercanos y conocibles, porque somos abiertos y transparentes. No hablo de revelar información confidencial o información que no sea prudente revelar. Sino que hablo de nuestras relaciones del día a día en donde a las personas se les haga fácil comunicarse con nosotros porque somos cálidos y amigables, hombres de Dios que han experimentado las mismas frustraciones, llevado las mismas cargas, y afrontado las mismas tentaciones que ellos.
Los demás deben poder ver que somos falibles y vulnerables, y aun así fieles y verdaderos a Dios. En otras palabras, construimos confianza en nuestras relaciones sociales con otros precisamente porque nos podemos identificar con ellos en sus circunstancias de vida y, así, podemos empatizar con ellos. De esta manera construimos relaciones con las personas que les dan confianza en nosotros para que podamos ayudarles a sobrellevar sus cargas.
El apóstol Pablo amonestó a los Corintios enfatizando que sus relaciones interpersonales, sociales eran exactamente lo opuesto de aquellos ministros falsos que “medran falsificando la palabra de Dios,” (2 Cor. 2:17) y que se caracterizaban por la insinceridad y astucia. Nosotros no somos así, dijo. Por el contrario, nuestra conducta ha de estar marcada por la sinceridad delante de Dios (2 Cor. 2:17), porque “Antes bien renunciamos a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino por la manifestación de la verdad recomendándonos a toda conciencia humana delante de Dios.” (2 Cor. 4:2). Este es el estándar para todos nosotros en el ministerio.
3. Autenticidad y humildad. La autenticidad tiene que ver con ser quien realmente eres – no actuar como una persona en público y como otra en privado. La hipocresía no ha de estar presente en los hombres de Dios. Necesitamos ser hombres cuyas vidas y relaciones sean para los demás exactamente lo que parecen ser en el exterior. Eso es lo que significa ser auténtico en nuestras relaciones – no pretender ser hombres santos de Dios, cuando en verdad estamos viviendo un estilo de vida doble, secreto. Recuerda, Jesús detestaba la hipocresía.
La humildad va de la mano con la autenticidad. Una persona humilde es alguien que no trata de llamar la atención a sí mismo. No pienses que porque eres un líder en la iglesia eres “alguien” y que deberías siempre ser el centro de atención. De hecho, eres el siervo de todos (Mar. 9:35).
El orgullo es lo opuesto a la humildad. El apóstol Pablo nos advierte sobre los que son orgullosos: “Si alguno enseña otra cosa, y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad, está envanecido, nada sabe, y delira acerca de cuestiones y contiendas de palabras, de las cuales nacen envidias, pleitos, blasfemias, malas sospechas” (1 Tim. 6:3-4). El apóstol Santiago dice: “Dios resiste a los soberbios, Y da gracia a los humildes.” (Santiago 4:5; cf. 1 Ped. 5:5). Una vez más, Pablo dice: “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; 4 no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.” (Fil. 2:3-4).
Conclusión: Los hombres de Dios tienen que ser conocidos por su pureza en su conducta – sexual, ética, y social. Es muy fácil resbalar en estas áreas y manchar tu testimonio o, peor aún, arruinar tu ministerio. Satanás está muy activo, tratando de causar que los hombres piadosos pequen en su discurso y conducta y, así, traer deshonra al nombre de Cristo. A Satanás no le gusta lo que hacemos y su objetivo principal es atacar nuestro ministerio y si es posible destruirlo. Al hacerlo no solo causa caos en nuestras vidas sino también en la vida de la iglesia, sin mencionar el ridículo y la vergüenza que podría traer al nombre de Cristo.
Así que, esforcémonos en guardar nuestras vidas morales, siendo modelos de comportamiento a imitar para aquellos a los que lideramos y parémonos firmes por Cristo, para que terminemos nuestro curso con alegría, habiendo peleado la buena batalla de la fe.
La próxima vez continuaremos el asunto de ser un modelo a seguir piadoso en nuestros pensamientos, motivaciones, y palabras.
III. Pensamientos Devocionales: El Ministerio de Vasos de Barro
Pt. 1: “La Naturaleza del Ministerio” (2 Cor. 4:7-16a)
Si este Dios de quien Pablo habla es tan poderoso que manda a la luz que brille de la oscuridad y que ha brillado dentro de nuestros corazones para revelarnos su gloria, ¿por qué es que las vasijas humanas que usa en el ministerio son tan frágiles e impotentes? ¿Por qué hay tal contraste entre el poder y la gloria de Dios y la debilidad y fragilidad de los ministros humanos? Esta es la paradoja del ministerio. Dios usa mensajeros débiles para proclamar un poderoso mensaje para que no quepa duda alguna de la fuente y naturaleza divina del mensaje.
Encontraremos que el apóstol Pablo usa una serie de paradojas para describir el ministerio. Este artículo examinará la primera paradoja: el mensajero débil en contraste con el ministerio poderoso. A pesar de nuestras debilidades humanas, en nuestro ministerio Dios manifiesta su gloria en poder, la presión, el propósito, y la perspectiva de nuestro ministerio.
A. El Poder Del Ministerio (4:7): Un mensaje glorioso en un vaso de barro.
“Pero tenemos este tesoro en vasos de barro...” (4:7a). “este tesoro” es a lo que el apóstol Pablo se refirió antes como el “nuevo pacto” (3:6), el evangelio de la gloria de Cristo (4:3-4); “para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo.” (4:6). El mensaje que predicamos es el “tesoro” y los “vasos de barro” son los ministros (los agentes humanos), en quienes el Tesoro es mostrado y personificado, y por quienes es proclamado. Esta es la paradoja del ministerio – el nítido contraste entre la gloria del mensaje y la increíble debilidad del ministro que Dios usa para proclamar ese mensaje.
La imagen aquí es de una vasija de barro quebradiza y frágil que contine un tesoro. Esta imagen retrata mortales frágiles y débiles que contienen un tesoro divino, el cual es el evangelio de Jesucristo.
El contraste entre el “tesoro” y el “vaso de barro” es intencional – “para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros,” (4:7b). Dios ha diseñado el ministerio de esta forma paradójica, usando mensajeros humanos para proclamar su mensaje divino para aumentar la fuente, el poder, el carácter extraordinario, y el efecto sobrenatural del evangelio por los medios que escogió proclamar y mostrarlo – llámese, a través de vasos humanos débiles. Ya que el evangelio transforma las vidas de manera tan radical, no podría de ninguna manera ser un simple mensaje humano, su autor solo puede ser Dios. El poderoso mensaje de Dios no está limitado por la absoluta debilidad humana – más bien, es acentuada por ella. Así es para todo ministro del evangelio: somos débiles para que el poder de Dios sea manifiesto en nosotros. Así fue con Gedeón y sus 300 hombres, quienes pusieron en fuga a los Medianitas con solo quebrar sus vasos de barro para que brillara la luz (Jueces 7:15ss, Heb. 11:34). Y así es con nosotros: en nuestra debilidad confesa y evidente, Dios muestra su poder y gloria.
Esto nos da una perspectiva adecuada en el ministerio. Podemos estar agradecidos por nuestra debilidad física y limitaciones mentales, porque eso es lo que usa Dios para llevar gloria a sí mismo. El mensajero es débil, dependiente, y temporal, pero el mensaje es poderoso, soberano, y eterno. Somos criaturas formadas de polvo y tierra, a quienes Dios en su gracia ha escogido para proclamar su nombre, su evangelio.
Ese es el poder paradójico del ministerio. Ahora viene…
B. Las Presiones Del Ministerio (4:8-9): Experiencias terrenales sostenidas por el poder de Dios.
Ahora Pablo da ejemplos de sus propias experiencias, las cuales humanamente hablando lo han aplastado, pero en las que, paradójicamente, el poder sobreabundante de Dios se manifestó. A pesar de las circunstancias más devastadoras, Dios siempre lo libró. Las presiones que humanamente hablando se veían como situaciones imposibles no fueron reto para el poder de Dios. Pablo experimentó…
Presión: “atribulados en todo...mas no destruidos.” Satanás quiere dominarnos con presiones diarias, pero no nos puede destruir.
Estar en problemas: “En apuros, …mas no desesperados.” En el ministerio ocurren situaciones que no podemos prever. No sabemos qué hacer, pero no nos desesperamos.
Persecución: “Perseguidos...mas no desamparados” (ver 2 Tim. 4:16-17; 2 Tim. 3:12; Jn. 16:33; Heb. 13:5; Mat. 28:20). Indudablemente, la persecución puede crear una sensación extrema de soledad, pero en esta situación no somos desamparados por Dios.
Ataque físico: “derribados... pero no destruidos.” Pablo fue derribado por apedreamiento en Listra (Hechos 14:19f) y dado por muerto, pero no fue destruido porque Dios lo levantó de nuevo.
Estas son algunas de las experiencias paradójicas de la debilidad del mensajero por medio del cual el poderoso mensaje de Dios es proclamado.
Bien, hemos visto las paradojas experimentadas en: A. El poder del ministerio (4:7); B. Las presiones del ministerio (4:8-9). Ahora…
C. El Propósito del Ministerio (4:10-12): Sacar vida de la muerte.
Estos versículos son un resumen de los versículos 8-9. El principio paradójico aquí es que la vida surge de la muerte. La realidad para los verdaderos ministros del evangelio es que morimos para vivir. La debilidad de la vasija humana es manifiesta en “llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús” (4:10a). Pero, el poder de Dios es manifestado en nuestra debilidad con el propósito de estar “llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús”(4:10b). Los siervos de Cristo están unidos con Cristo de manera que su muerte es la nuestra y su vida es la nuestra “Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal.” (4:11). Cualquier sufrimiento experimentado por el ministro de Cristo no es por la causa del que sufre, sino solo por “causa de Jesús.” No deseamos esas experiencias, mucho menos infligirlas a nosotros mismos. Más bien, así como él sufrió, nosotros también; como el mundo lo odió, así también nos odia a nosotros. Así como nos identificamos con él, experimentaremos lo que él experimentó. Nosotros “siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús,” viviendo como muertos para el mundo y vivos para Dios, “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.” (Fil. 1:21).
Al morir con Cristo, su vida es “manifestada en nuestra carne mortal.” Llevamos las marcas de la muerte de Cristo en nosotros mismos y también manifestamos su vida resucitada, glorificada. “De manera que la muerte actúa en nosotros, y en vosotros la vida.” (4:12). En otras palabras, a través de las experiencias de muerte de Pablo (persecución, tribulación, abatimientos, etc.) él ha llevado el evangelio a los Corintios y éste produjo vida en ellos. Para que ellos vivieran en Cristo, él tuvo que morir espiritual y metafóricamente. Finalmente, eso hace que cada dificultad valga la pena. Hay un propósito al ser “entregados a muerte por causa de Jesús” – a saber, que otros vivan en él. Tal fue el caso del mismo Jesús. Él murió para que nosotros pudiéramos vivir. Y ese ciclo es hoy reproducido en nosotros y continuará siéndolo hasta que él regrese de nuevo.
Esto es un principio bíblico: La vida surge de la muerte. “que, si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto.” (Jn. 12:24). Es así que hombres y mujeres están dando sus vidas (espiritual y, en algunos casos, físicamente) en el ministerio cristiano para que otros puedan vivir.
Luego de describir estas tres paradojas experimentadas en: A. El poder del Ministerio (4:7); B. La presión del Ministerio (4:8-9); C. El propósito del Ministerio (4:10-12), Pablo añade una exhortación adicional..
D. La Perspectiva Del Ministerio (4:13-16a): La fe y el futuro.
A pesar de las presiones del ministerio, ministramos desde una perspectiva de fe. La fe nos motiva a hablar por Cristo. Pablo dice que lo que el Salmista dijo sobre su espíritu de fe (Sal. 116) es cierto de él: “Creí, por lo cual hablé,” (4:13). Lo que creemos tiene que ser expresado en palabras (cf. Rom. 10:9f.). Esa es nuestra convicción y llamado.
Además, a pesar de las presiones del ministerio, ministramos desde una perspectiva futura. La resurrección de Cristo es los primeros frutos (precursora) y aval de nuestra resurrección. Así como Dios “resucitó al Señor Jesús,” (4:14a) de la muerte (cf. Efe. 1:19-20), así también él “nos resucitará con Jesús, y nos presentará juntamente con vosotros.” (4:14b). Un día, aquellos que son el fruto de nuestro ministerio serán presentados junto con nosotros ante Dios (cf. Col. 1:22, 28).
La perspectiva futura de nuestra propia resurrección, junto con aquellos a los que hemos ministrado, es nuestro estímulo para el ministerio, a pesar de nuestras experiencias, y hasta sufrimiento y muerte (cf. vv. 8-11). “Porque todas estas cosas padecemos por amor a vosotros” (4:15a). Todas nuestras experiencias ministeriales son por el bien de aquellos a quienes ministramos. Lo que sufrimos por Cristo se extiende a lo que sufrimos por su pueblo, “así que,” paradójicamente, a través de nuestras experiencias de sufrimiento y penurias, éstas son, “para que, abundando la gracia por medio de muchos, la acción de gracias sobreabunde para gloria de Dios (4:15b). Esa es la perspectiva correcta del ministerio.
“Por tanto, no desmayamos” (4:16a). Note como esta frase enmarca este pasaje en el versículo 1 y una vez más aquí en el versículo 16. Todo lo que se ha dicho entre estos (vv. 2-15) es una explicación del por qué no desmayamos en el ministerio. Este pasaje entero se conecta con el ministerio descrito en 3:7-18 y se une con 4:16-5:11, que ve la muerte física y real como el destino final a donde lleva el sufrimiento presente en el ministerio. Entonces, la secuencia de pensamiento es esta…
1. Una imagen de ministerio glorioso del nuevo pacto (3:7-18).
2. Este ministerio es la razón por la cual no desmayemos a pesar de las circunstancias (4:1-16a).
3. Incluso si morimos físicamente en el transcurso de nuestro ministerio, no nos desanimamos por la perspectiva de una futura resurrección (4:16-5:11).
Es fácil desanimarse en el ministerio, pero he aquí la perspectiva correcta: vivamos como quienes están preparados para morir por el evangelio. No dejemos que las circunstancia, confusión, o el desaliento nos saque del ministerio. Ese es el precio de ser un ministro verdadero del evangelio por el amor a Jesús y el amor a su pueblo.
IV. Bocetos del Sermón
Título: El Diálogo de Jesús con la Mujer Samaritana, Pt. 1 (Juan 4:7-18).
Asunto: El enfoque del Maestro hacia el evangelismo: Superando las barreras sociales y espirituales.
Punto #1: Cruzar Barreras Sociales (4:7-9).
1. Ignorando el prejuicio cultural (4:7a).
2. Entablando una conversación persona a persona (4:7b-9).
Punto #2: Moverse hacia la Verdad Espiritual (4:10-15).
1. Moviéndose de lo físico a lo espiritual (4:10-12).
2. Moviéndose de lo temporal a lo eterno (4:13-15).
Punto #3: Alcanzar la Consciencia Culpable (4:16-18).
1. Solicitando un reconocimiento voluntario (4:16-17a).
2. Hablando de la revelación divina (4:17b-18).
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